El mindfulness es muy sexy; al menos para mí.

Allá voy. De nuevo cruzando el charco del Atlántico Norte de Ciudad de México para Madrid. Voy para disfrutar dos cumpleaños de personas que amo mucho:  mi padre (75) y mi Tru (sin número que me mata).


Me quedan dos horitas para aterrizar en la ciudad en la que nací y viví por 38 años y siento unas ganas tremendas de contaros algo que me está pasando ahora.


Desde que despegamos, me he fijado en un hombre de unos 40, con canitas y unas gafitas redondas, de intelectual y que está absolutamente absorto en sus cosas. Le he visto leer, escribir en su cuaderno, mirar hacia un punto fijo pensando… Le daba igual que pasase alguien por el pasillo porque él está concentrado en sus cosas. 


Llevamos tres newsletter seguidas y siento que ya me he desnudado emocionalmente ante ti así que ¿por qué no hacerlo una vez más? Voy a confesarte algo muy privado: ver a alguien absolutamente ensimismado y atento me parece súper sexy; me atrevía a decir que me excita.


Ver a alguien cocinando focalizado en sus cacharros, cortando los ingredientes con cuidado, sin distracción me pone muchísimo. No queda ahí, también si escribe, estudia, lee, trabaja, arregla algo en el baño… absolutamente concentrado y atento me me excita MUCHO.


¿Soy un poco freak? ¿Cómo se llamará mi fantasía?


Mis parejas, se ponían nerviosos porque cuando estaban haciendo algo en su momento mindfulness total, yo no podía parar de observarlos y maravillarme de su belleza en su concentración.


De jovenzuelo pensaba que esta fascinación (incluso excitación) venía 

de mi carencia total de atención.


Fui un niño con características típicas de padecer TDAH (trastorno por déficit de atención e hiperactividad) pero como nunca me lo diagnosticaron pues no me lo trataron. 


Cinco minutos atento algo era un milagro. Mi madre tenía que distraerme todo el tiempo con cosas diferentes para tenerme quieto. Incluso para merendar. Me daba la merienda viendo los dibujos pues yo no quería parar a comer. Dos horas después de haberlo hecho, le decía a mi madre «¿ves como puedo estar bien sin merendar?»; no había sido consciente de lo distraído que era.


Así mi vida.


Esa falta de atención me llevaba a caerme o tropezarme constantemente (me han cosido heridas en la cabeza, barbilla, rodilla, y brazo) y cometer errores sin parar. Vivía soñando despierto y viviendo un huracán emocional. 


Como cuento en mis cursos, las crisis nos producen grandes aprendizajes si se lo permitimos. 


Disgustos como repetir curso, perder amigos, baja autoestima por suspender todo… me llevaron a darme cuenta que necesitaba urgentemente calmarme y poder atender.


¿Yo quería ser como el hombre sexy que tengo en el pasillo de enfrente en mi vuelo a Madrid?


Te sigo contando. Como además de hiperactivo era soy bastante terco y de tomar las riendas de mis problemas, me propuse algo que para todos era sencillo, pero que para mí era todo un desafío. Yo creo que tendría unos 13 años cuando decidí leer; cada día unas hojas, un capítulo, dos capítulos… 


Me imaginaba lo sexy que parecería ante los ojos de los demás; Ángel leyendo concentrado. Me motivaba soñarme leyendo, en un café, la gente pasando y yo focalizado en mi lectura. Todos maravillados por mi belleza abstraído y yo sin verlo, obvio, pues estoy atento jajaja me tengo que reír de lo personaje que era soy.


Hice cómplice a mi querida madre de mi decisión. Ella emocionada me dijo: «hijo, yo te compro todos los libros que me pidas si te los lees, claro». Ella, como buena lectora que es y con gran criterio me dijo: «¿No quieres empezar por libros de aventuras?» Y como a mí lo que me apetecía era ser un chico sexy concentrado, pues me daba un poco igual. 


Llegaron a casa la saga de Los Cinco. Después la de Los Siete. Gracias Enid Blyton por tantas aventuras. Mi madre flipando pero ilusionada. Le dije que definitivamente me gustaban las sagas de aventuras y que además fueran libros de lugares diferentes y raros para poder imaginar. Ahí tienes a mi madre proveyendo con Las crónicas de la Dragonlance, la historia interminable y, obvio, todo lo que escribió Tolkien. Sin parar. Mi madre alucinaba y me invitó amablemente a hacerme el carnet de la biblioteca de Aluche (mi barrio), pues el gasto en libros empezaba a ser considerable. Qué excitación cuando llegué a una sala llena de gente concentrada. Todos me parecían bellos. «¡Qué guay!. Este es mi lugar favorito del mundo» pensaba yo. 


Los resultados positivos de tanto mindfulness (atención plena) no se hicieron esperar. Podía estudiar concentrado durante más tiempo, me golpeaba y me caía menos, tenía menos errores en clase y mis calificaciones mejoraron de la noche al día. Yo estaba más tranquilo; mucho más estable emocionalmente que antes. 


No lo sabía en ese momento pero estaba practicando mindfulness y entrenando mi cerebro para aumentar mi capacidad atencional; algo crucial para poder vivir calmado, en paz y también, como consecuencia, ser más feliz y pleno.


¿Sabes? Ahora me doy cuenta de que, ya siendo adolescente, era consciente de que las personas mientras están concentradas y atentas están más felices. Eso es lo que, en realidad, me excitaba y fascinaba. Yo quería ser como ellos… feliz.


Y aquí hago una diferencia en mi fantasía. No es una persona relajada viendo la tele por ejemplo lo que me parece fascinante. Lo es cuando está concentrada haciendo una actividad intelectual o física que se le vea feliz y pleno en su concentración.


Muchos años más tarde, cursando el diplomado en Psicología Positiva en la Universidad de las Américas, descubrí el porqué de esas personas concentradas felices. La investigación de Mihály Csíkszentmihályi sobre el estado de FLUIR me permitió entenderlo. (Recomiendo su libro «Fluir: una psicología de la felicidad»).


Las personas concentradas mientras hacen algo, de forma estructurada y que además tienen un pequeño reto ante ellos (están trabajando en algo que necesitan máxima concentración) consiguen estados potentes de felicidad y su cerebro se encuentra como en un SPA dándose un masaje.


Por eso esas personas sexis de las que yo me enamoraba viéndoles concentrados parecían tan felices estando concentrados. Todos estaban haciendo algo que les generaba un reto… un desafío. Cocinando algo delicioso, escribiendo una teoría en su cuaderno, resolviendo un problema…


Definitivamente, cuando llegue a Madrid y tenga wifi, voy a buscar si existe una parafilia que sea algo así como: excitación por ver personas concentradas fluyendo felices. ¡Uy! ¿Seré el único?.


A mí, ahora con 48 años, me da bastante igual si hay más como yo, si les parezco a los demás sexy concentrado… lo que importa y le agradezco mucho esta fascinación por la concentración, es que aprendí a tener atención y dejar poco a poco mi TDAH para avanzar hacia la plenitud, a la paz y a disfrutar la vida sin distracción. 


Que causalidad (que no casualidad) tan grande que el niño hiperactivo termine siendo profesor de mindfulness y que todos mis cursos tengan como base la atención plena; la consciencia. 


Bueno, lector/a, una confidencia más entre tú y yo.


Decirte que el hombre sexy sigue con sus cosillas fluyendo como loco. Querer ligar con un hombre concentrado es tarea ardua porque claro, como esta absorto en su temas, nunca te mira. ¿Frustración? ¡Ay madre! Ese es otro gran tema para una nueva newsletter.


«Señores pasajeros, estamos próximos a nuestra llegada a Madrid…»  nos avisan desde la cabina así que cierro el ordenador y me despido de ti hasta dentro de 15 días. 


Hasta pronto.


Ángel

@vivirconangel


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