Hola,
Estamos en un momento en el que parece que si tu cuenta bancaria te lo permite, PUEDES cumplir TODOS tus DESEOS. Parece que la tarjeta bancaria es como Idris Elba en la película de «Érase una vez un genio».
¿Podemos? ¿Debemos?
La respuesta desde la Educación Socioemocional y desde el sentido común es NO.
Cuando el deseo lo convertimos en derechos parece que todo vale y nos hacemos daño a nosotros e incluso a los demás.
El deseo puede ser la fuente de motivación para la superación y la evolución humana pero no siempre es así. A veces, demasiadas por desgracia, saca nuestra peor versión.
Voy a escribir hoy, en mi relato quincenal de pornografía emocional 😊, sobre el deseo que nos hace daño físico y mental (incluso a otros). Ese que nos lleva a vida irracional e incoherentemente dolorosa.
Comenzamos…
Desear puede implicar simplemente interés o preferencia por algo o alguien pero en ocasiones puede estar asociado con una sensación de carencia o necesidad de algo.
Esta carencia activa en nosotros la energía del estrés para iniciar una búsqueda de eso que no tengo o que no soy.
Si, además, experimentaste ya eso que deseas en el pasado y te gustó, la fuerza y energía destinada para satisfacer ese deseo será todavía más poderosa e intensa. También, por otro lado, será más dolorosa si no lo satisfaces.
Un ejemplo personal. Yo, por mucho tiempo, deseé sentirme amado, acariciado, visto por alguien. Busqué relaciones sentimentales porque sentía una carencia de amor y cariño en mi interior y hacia mí mismo muy intensa y dolorosa. Deseaba tener compañeros sexuales y sentimentales que me valorasen, cuidasen… amasen. Esa búsqueda constante me generaba mucha ansiedad, frustración, tristeza, miedo a la soledad… Incluso me relacioné con muchas personas con las que, de no haber sentido ese deseo intenso y profundo desde mi carencia, honestamente no me hubiera vinculado ni sentimental ni sexualmente.
Vivimos esclavos de los caprichos de nuestros deseos. Esclavos a aguantar a personas que no nos merecen, a horas y horas de esfuerzo por eso que deseamos adquirir para TENER, al dolor por operaciones terribles para conseguir el cuerpo que deseamos, a pasar media vida charlando con desconocidos para vivir la anhelada relación que deseamos … a pagar por el deseo de no estar solos.
¿Te ha pasado?
Hablo de ese deseo que te carcome por dentro y que cuando te pones en piloto automático, te obsesionas por él; te intoxica por dentro. Es como si nos poseyera y nos hiciese estar conectados por horas al tinder/grindr, comprando sin sentido en Amazon, viendo fotos sin por horas de tus influencers favoritas en instagram porque quieres ser ellas, … o vestirte a cualquier hora para salir corriendo a por un pastel, una botella de vino o un amante (o todo junto).
Hablo de ese deseo que genera mucha ansiedad con solo pensar que no lo vas a poder satisfacer.
¿No te das cuenta?
El deseo nos muestra nuestra carencia. No deseas lo que ya tienes. No. Deseas lo que sientes que te falta. Es lo opuesto a sentirte abundante.
En mis mentorías y cursos me gusta explicar que para llevar una vida en positivo precisamos observar y aprender de nuestros deseos. Ya sé. Parece que deberíamos ignorar los deseos y fustigarnos si alguno llega. Pues no. Yo te propongo que hagas todo lo contrario: que los mires a la cara con ternura pues tienen mucha información para ofrecerte.
Hay deseos que los podemos utilizar como motivación para mejorar, crecer, llegar a ser quién queremos ser… pero lo vamos a hacer desde una observación más racional y calmada. Normalmente, el deseo genera un estrés que se puede convertir fácilmente en ansiedad si no lo satisfacemos rápidamente.
Podemos entrenarnos para verlo y con calma determinar qué hacemos con él. Viendo que es lo que más nos convine, que es lo que está más alineado con nuestra ética personal, nuestros valores. Incluso, preguntarnos: ¿satisfaciendo mi deseo, daño, perjudico, maltrato, utilizo injustamente o quito la libertad de otro ser?
Los seres humanos, sabiendo que los deseos nos mueven muy fuerte y desde la irracionalidad, creamos un marco legal para definir qué se puede y qué no hacer aunque alguien lo desee.
Esta semana, hemos sido testigos en España de cómo una mujer de 68 años, con un dolor terrible por la pérdida de un hijo, «compró» un bebé por el deseo de «no estar sola nunca más» (según he leído en su instagram).
Entiendo y me lleno de compasión por esta mujer y su enorme dolor por el duelo que no es capaz de superar, pero no podemos no atender a un montón de cuestiones éticas y daños emocionales de la mujer que «vende» su cuerpo y su mente (la conexión física y emocional de la mujer y su bebé están más que estudiadas) y de las terribles consecuencias de la separación para siempre de ambos.
Lector/a, no todos nuestros deseos pueden ser satisfechos. Lo siento. Los deseos de alguien NO SON DERECHOS ADQUIRIDOS SIMPLEMENTE PORQUE TIENES DINERO Y QUIERES SATISFACERLOS.
Hacerlo puede ser terrible para ti y para los demás.
Te recomiendo que veas el directo de la psiquiatra María Velasco sobre el tema de esta mujer: https://www.instagram.com/tv/Cqaafmsj4Fq/?igshid=MDJmNzVkMjY=
El deseo nos muestra nuestras vulnerabilidades y está bien. Nuestras carencias emocionales. El deseo es un gran maestro porque nos indica justamente lo que podemos trabajar en nosotros. En vez de correr a satisfacerlo, podemos enfocarnos en observarlo para aprender de él.
Deseo de comer sin parar, ¿de qué me siento tan vacío que necesito llenarme con comida?
Deseo de tener sexo a cualquier precio, ¿no será que necesitas que alguien te abrace en realidad?
El deseo sin observación ni aprendizaje nos lleva a cometer locuras, actos que solo son justificados si igualamos deseo a derecho, a degradarnos, a exponernos al riesgo…
Me gusta decir que «cumplir con el deseo de turno que sentimos es como el cigarro que «parece» que nos calma pero en realidad nos intoxica para que necesitemos otro cigarrillo en breve».
Pero ¿qué hago si no paro de sentir deseos y más deseos y después me siento mal?
Un buen comienzo es desarrollar la capacidad de observación sin tener que actuar. Eso es mindfulness. Lo segundo es saber cómo gestionar ese miedo, estrés y ansiedad que aparecen.
Hasta aquí, mis emociones al desnudo de esta quincena.
Como siempre, os leo en vuestros mensajes en mi instagram vivirconangel.
Con cariño,
Ángel.